La calle Corrientes se rinde a los pies de Susana

Luego de 24 años, la diva volvió al teatro y es fenómeno de taquilla y repercusión. El secreto de su éxito inoxidable, a fuerza de un carisma propio de las estrellas. Su regreso tuvo tanta trascendencia como lo fue el de Carlín Calvo en el 2001.


Por Ricardo Filighera
rfilighera@cronica.com.ar
El regreso de Susana Giménez a las tablas forma parte de una vieja aspiración que, por diversas circunstancias, por su ciclo televisivo o por otras razones que imperaron en ese momento, quedaron en expresiones de buenos deseos.

Es más, Gustavo Yankelevich había hecho en este sentido generosos esfuerzos para acercarle textos a la estrella, que no llegaron a satisfacerla plenamente. Susana creía, en definitiva, que el teatro ya formaba parte de otra época de su vida. Sin embargo, el universo decidiría lo contrario.

El ciclo de tevé para la diva iba a marcar, en los últimos tiempos, ya una obligatoria pausa. La lucha encarnizada por el rating, los promedios que había que generar, las dificultades a veces en poder contar con la presencia de su “alma mater” Antonio Gasalla, algunos problemas en materia de producción, generaron en la estrella un ligero pero notorio desgaste.

Susana sigue enamorada de la tevé pero no con la intensidad y la pasión de antes. Entonces empezó a tallar, otra vez, el bichito, la fantasía de la vuelta a los escenarios.

En este sentido, Susana siempre despuntó el vicio de la actuación en diversos cuadros humorísticos de su ciclo. Finalmente convencieron a la diva. Tarea nada sencilla para Gustavo Yankelevich, y lo hizo a través de un texto, la comedia “Piel de Judas”, que representó todo un desafío para la estrella.

Prioridad número uno: que estuviera presente su amigo y actor fetiche de toda la vida, Arturo Puig, con quien compartió precisamente dos grandes éxitos: “Sugar” y “La mujer del año”. 
Arturo, desde el vamos, se iba a encargar de la dirección. Pero Susana, si bien esta circunstancia le daba garantía de tranquilidad y confianza, iba por más: quería a su amigo en el escenario.

Le costó a Puig convencerla de que las dos facetas no las podía cumplir, y la diva, finalmente, algo desconsolada, aceptó. Antonio Grimau fue el hombre que le recomendó el director, y Susana empezó a aceptar la situación como un suave designio del universo.

Y el gran día llegó. Funciones vendidas con antelación, entradas agotadas, el gran furor por una estrella con tantos antecedentes en el mundo del espectáculo.

​Esta noche tuvo la misma emoción y la misma movilidad, por lo menos para este cronista, que el regreso deCarlín Calvo a los escenarios en el 2001, cuando formó parte de la obra de Neil Simon “El prisionero de la Segunda Avenida”, justamente en la misma sala Lola Membrives, acompañado por Solita Silveyra y dirigido por Norma Aleandro. Y recordamos que, aunque fuera otra instancia, el retorno de Carlín con casi medio cuerpo lesionado fue emocionante. El regreso de Susana tuvo similares características: sala, escenario, velada y protagonistas que quedarán registrados en nuestra memoria de por vida.
 
Susana en su mejor labor teatral
La escenografía (Alberto Negrin), a priori, es una de las aristas más efectivas del espectáculo. Se sitúa al espectador en el interior de una lujosa mansión, con esas clásicas escaleras que nos invitan a visitar los interiores caracterizados por el lujo y todo tipo de comodidades. Nos da la sensación de estar ante la presencia de esas casonas emblemáticas de los años 50 de Hollywood. Allí vive un concertista de música clásica, personaje que interpreta (con mucho oficio) Antonio Grimau, muy entrado en su ego, poco compañero de su esposa (Marión), rol a cargo de Susana Giménez.

​Inevitablemente Susana ocupa el espacio que merece ocupar y además de su propio festival (risas, puteadas y demás yerbas) nos encontramos ante la presencia de, quizá, su mejor actuación en un escenario. La obra “Piel de Judas” de Pierre Barillet y Jean Pierre Gredy se inscribe en la comedia, pero también tiene ribetes de farsa que, por momentos, generan un brillo especial y muy entretenido, por cierto. Alberto Fernández de Rosa (el vecino) es un soporte inmejorable de la pieza. Plasma un trabajo que nos hace evocar a esos inolvidables actores de contención de las grandes figuras del cine argentino, realmente impagable. David Masjnik como el veterinario es otro de los aportes muy valorables. Y párrafo aparte para la pareja de personajes formada por Marcelo Serre y Goly Turilli. Impecables en el manejo del histrionismo, a la mejor usanza de la comedia italiana. Parecen surgidos de un filme de Mario Monicelli. En tanto, Mónica Antonópulus, primero periodista tibia y desabrida y luego “rompeparejas”, se mueve muy a gusto en esa dualidad, simpatía mediante. La dirección de Arturo Puig es el nervio motor, el enlace de cada una de las piezas que tiene como epicentro a una gran diva, en esta oportunidad, destacándose como una muy interesante actriz de teatro.
 
Su pintoresco paso por las tablas
El debut teatral de Susana Giménez data, puntualmente, de 1971, con la comedia “Las mariposas son libres” junto a Rodolfo Bebán y Ana María Campoy, luego reemplazada por China Zorrilla. Tres años después, Susana hace sus primeras armas en el género revisteril bajo la dirección de Gerardo Sofovich, en el Astros. El espectáculo se llamó “La revista de Oro” y compartía elenco con Jorge Porcel; fue la última labor para este género de la emblemática Nélida Roca. Como anécdota de color, Susana era la pareja blanqueada del campeón mundial de boxeo, Carlos Monzón. Una determinada noche la esposa del campeón, Pelusa (a quien muchos años después Susana invitó al living de su programa), se acercó hasta el teatro para esperar la llegada de Su y le propinó varias cachetadas, paliza que no pasó a mayores gracias a la intervención del mánager de Porcel, el inolvidable Pepe Parada.

​En la década del 80 se producen dos verdaderos “capo lavoro’ de la estrella: “Sugar” (Arturo Puig, Ámbar La FoxNorma Pons y un importante elenco) y “La mujer del año”, rodeada por su pareja de aquel enton
ces,Ricardo Darín, y su amigo (de toda la vida) Arturo Puig. Finalmente, “Molly Brown” (1991), también con un importante staff en el que se encontraban, entre otros, Gogo AndreuClaudia Lapacó y, en su último trabajo artístico, una de las leyendas del cine argentino: Sabina Olmos.

Veinticuatro años después, Susana retornó al teatro con “Piel de Judas” y esto ya forma parte de otra historia.

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